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El regalo de compartir…

Garganta de los montes II

El fin de semana pasado recibimos un regalo realmente especial. La oportunidad de disfrutar de la compañía de otros padres con hijos diabéticos.

En un pueblito lindo y tranquilo (Garganta de los Montes), con sol, a “mesa puesta”, con la tranquilidad de tener a nuestros hijos bien atendidos por monitores, enfermeras y médicos… Y nosotros entregados a aprender sobre la diabetes, a compartir experiencias, a reír con anécdotas que los demás entienden porque viven situaciones similares a nosotros…

Sí, un enorme regalo conocer a tantas personas que afrontan las dificultades con coraje y fortaleza, con generosidad y buen ánimo…

Una vez más doy gracias a la vida por la suerte de conocerlas, de aprender de ellas, de enriquecerme con su acogida, su sonrisa, su ejemplo de vida…

La grandeza del compartir… de corazón a corazón. Desde lo importante, lo realmente importante de nuestras vidas: la felicidad de nuestros hijos, nuestras inquietudes, anhelos…

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Energía positiva…

Te invito a hacerte una pregunta… bueno, dos:

  • ¿Qué te da energía?
  • ¿qué te la quita?

Si nos paramos a reflexionar sobre nuestro día a día, podremos localizar qué cosas, situaciones, personas, etc. sentimos que nos aportan energía y cuáles nos la quitan…

A lo mejor os parece hasta “de perogrullo” pero os aseguro que es de vital importancia tener nuestra “lista personal” de cosas que nos dan/quitan energía…

El para qué es bien sencillo, para poder aprovechar al máximo todo aquello que nos aporta energía y minimizar el efecto de lo que nos resta…

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“Si yo estoy bien, ella/ellos también”.

Soy madre. Y digo “soy” porque es algo que vivo 24 horas al día, siete días a la semana, 52 semanas al año…

Y soy consciente del impacto que tiene en mis hijos mis estados de ánimo…

Si estoy cansada, tengo menos paciencia, si estoy frustrada, aburrida, desanimada… hago las cosas con desgana, sin energía, forzada y el resultado es, como decimos en casa, cuando menos “chuchurrío”. Si me centro en cumplir a rajatabla los objetivos cotidianos (tarea, ducha, orden, etc.) simplemente porque “hay que hacerlo”, actúo con rigidez, dureza y el resultado, una vez más es: un churro.

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