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Números, no sólo números

Siempre me han gustado los números. ¡Cuánto disfrutaba de pequeña solucionando problemas matemáticos, ecuaciones y cálculos!. Pero desde que debutó María con diabetes hace ya casi 3 años, el “control” de los números, se ha convertido además en parte fundamental de nuestra vida cotidiana.

111, 160, 85, 62, 43, 220, los números han cobrado vida, sí, vida porque cada vez que María se hace el “controlito”, así llamamos en casa cariñosamente al control de glucosa, el número que sale marca un baile: no hacemos nada, salgo corriendo a hacer un zumo, preparo la pluma para corregir… Un baile que no por haber bailado muchas veces dominamos porque… ¡hay tantos números! ¡Y a veces tan sorprendentes!…

Pero aún hay más matemáticas en mi vida: la maravillosa regla de tres que me encantó cuando la conocí, se ha convertido en mi compañera inseparable y muchas veces pesada por su intensa compañía. “¿Cuánto hambre tienes María?”. ¡Nunca antes había realizado esa pregunta a uno de mis hijos! Y ¡qué difícil es poder decir antes de comer cuántas raciones de hidratos de carbono vas a querer!. Ahí empezamos en casa un nuevo baile con la regla de tres para ajustar la insulina según la cantidad de raciones que vaya a comer mi hija. Y los números adquieren otra dimensión: 3,5; 4,2; 5,1; los decimales aparecen en nuestra vida. Sí, porque María aún es pequeña de tamaño y para ella no es lo mismo 4 raciones que 4,2.

Bueno, hasta aquí, sólo se trataría de un juego de números, bailes cotidianos con un cierto desgaste de energía neuronal… La cuestión “extra” viene cuando, después de toooodos los cálculos, análisis comparativos de días anteriores similares, y procesamiento de toda la información disponible cual computadora multitarea disponible a cualquier hora del día o de la noche, el resultado no es el deseado.

Ahí aparece un componente que no tiene nada que ver con los números: la EMOCIÓN. Sientes sorpresa, confusión, rabia, tristeza, preocupación, cansancio y un largo etc. de matices según la energía personal disponible y el estado de ánimo global que tengas.

Porque… ¡a qué madre no le gustaría ACERTAR!. Ya que hacemos tanto esfuerzo con los números, nos gustaría acertar siempre en los cálculos y que los resultados a obtener fueran los buscados… ¡Ay amiga!, la diabetes no son matemáticas. He ahí la cuestión. Está llena de números pero no es una ciencia exacta.

Por eso, está bien mirar los números, hacer análisis comparativos, estudiarlos, calcular raciones y, después de todo el proceso, por salud mental: OLVIDARNOS. Sí, desapegarnos del resultado, porque ciertamente, no depende EXCLUSIVAMENTE de nosotros, hay tantas variables en juego que no podemos controlarlas todas.

Para mí, esta es la clave para vivir la diabetes de mi hija de forma llevadera y no como una losa que me aplaste e impida caminar.

A ti te lo digo, madre cuidadora, madre solícita que dedicas mucha de tu energía a calcular y calcular para que la diabetes no haga mella en la salud presente y futura de tu hijo/a: libérate de la carga mental de ACERTAR, mantén la perspectiva y no te dejes arrastrar por los números. De este modo, tu salud mental y emocional será buena y podrás acompañar a tu hijo/a en su vida, más allá de la diabetes…

P.d. Algunos padres, entre ellos el de María, también dedican mucha energía a hacer estos cálculos cotidianos, pero mi percepción es que lo viven de otra manera, más desapegada, por eso hablo “de madre a madre”.

Imagen: Danilo Rizzuti/Freedigitalphotos.net 

Amor de abuela

Un abrazo y mucho más.A principios de noviembre, mi hija María fue a dormir a casa de mi madre.
Desde su debut, hace casi 3 años, no había vuelto a ir. Y es que yo, como hija, no quería “cargarle con esa responsabilidad” a mi madre y como madre, quería estar pendiente de mi hija…

Pero María lo echaba de menos. De repente empezó a hablar de los tiempos que, con 5 y 6 años, se quedaba algún día a dormir en casa de su “Amama” y la “libertad” que sentía. Me di cuenta de que María ya estaba preparada y que mi madre también. Había llegado el momento de dejarlas a las dos disfrutar de su “tiempo especial”.  Y ese fin de semana, María durmió en casa de mi madre 2 noches seguidas y ¡todo fue bien!.

Después de ese fin de semana, animé a mi madre a escribir cómo se sentía y ella, diligentemente escribió y me lo mandó… Con más de un mes de retraso lo cuelgo en este apartado de compartir recuerdos dando un GRACIAS con mayúsculas a mi madre en particular y a las madres-abuelas en general, por su escucha, su paciencia, su apoyo incondicional y presencia, elementos que se valoran más, si cabe, en los momentos de dificultad…

A continuación incluyo “tal cual” el texto que me mandó mi madre…

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13 días y 12 noches

13 días y 12 noches ha pasado mi hija María en el campamento que cada año organiza la Asociación de Diabéticos de Madrid.

Ha sido su segundo campamento.

Para ella, sin duda, ha sido un tiempo de libertad (descanso de padres quiero decir), esfuerzo (los monitores fomentan mucho la autonomía y el aprendizaje) y mucho disfrute (piscina, playa, juegos, etc.).

Y para mí, 13 días sin pensar en los niveles de glucosa, 13 días sin calcular raciones ni mirar etiquetas, 13 días sin estar pendiente de inyecciones de insulina ni del reloj.

13 días y 12 noches. 12 noches durmiendo ¡6 o 7 horas seguidas!. ¡Ya había perdido la costumbre!. Porque sí, a todo se acostumbra una, y al mismo tiempo, ¡qué regalo es poder olvidar la exigencia del cuidado de la diabetes de vez en cuando!.

No, mi hija no puede olvidarse de su diabetes. Le acompaña y acompañará cual fiel compañera toda su vida. Y nosotros, sus padres, día a día intentamos aligerarle el “equipaje”.

13 días y 12 noches. Sí, la hemos echado mucho de menos. Sus risas, su energía, su conversación agotadora, su generosidad, su vitalidad, su disfrutar a tope cada momento y desearlo todo a la vez.

No, a su diabetes no. Nos habría encantado que la hubiera “perdido” en algún lugar recóndito de Murcia de donde no volviera nunca, nunca…

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Segundo cumpleaños

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Hoy, 21 de marzo de 2014, celebramos el 2º cumpleaños de María con diabetes.

Yo, no me suelo acordar de fechas especiales, pero ésta no se me olvida, quiso la “vida” que coincidiera con el cumpleaños de mi madre y el inicio de la primavera…

Y hoy, como cada día, sé que tengo dos alternativas:

–  Dejarme llevar por la tristeza, la pena por lo perdido, por lo que fue y ya no es, por las pegas y dificultades del día a día, por el cansancio… o bien

– Dar gracias por la vida de María. Por su alegría, su sonrisa, su animada conversación, su manera de disfrutar a tope cada momento del aquí y ahora, sin preocuparse del futuro, sin añorar el pasado…

Sé cuál es la mejor elección para mí, lo sé, y al mismo tiempo sé que necesito expresar mis emociones. Así que me tomo 10 minutos, 10 minutos para sentir la pena, la tristeza y el cansancio asociados a esta mochila que llevo puesta y tiene por nombre diabetes.

10 minutos, no necesito más, y pasado ese tiempo, pongo a tope mi canción favorita: Color Esperanza, y repaso mentalmente todos los maravillosos momentos vividos estos dos años.
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El examen

semaforo con caras

Cada vez que voy con mi hija al hospital para su revisión de la diabetes, experimento el día anterior un cosquilleo en el estómago. Como cuando tenía un examen.

Sí porque para mí es “como un examen”. Le hacen el análisis de la glicosilada, revisamos con la endocrino y la enfermera unidades de insulina, raciones, horarios, deporte, estado de la piel… Vamos, un examen en toda regla.

Y aunque soy consciente de que no es 100% así, siento que de mí depende la “nota final”. Que yo, junto con mi marido (pero él no está presente en el examen), somos los que nos ocupamos de “velar” por la estabilidad de la glucosa de nuestra hija las 24 horas del día… Uf! Este sentimiento llena mi mochila de forma especial de camino al hospital. Leer más